La gente le dice al ciego que Jesús de Nazareth pasaba por ahí. El ciego comienza a gritar "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". Lo llama Hijo de David: el ciego reconoce a Jesús. No era del todo ciego, él ve algo que los demás no ven. Deja la cesta de limosna atrás y se acerca a Jesús.
Las primeras palabras que Jesús le dirige son una pregunta, "¿qué quieres que te haga?" Jesús no viene a imponer nada sino que tiene un profundo respeto por la persona y deja que Bartimeo exprese su deseo más profundo: "¡Señor, que vea!"
Al recobrar la vista lo primero que Bartimeo ve es a Jesús, ve que Jesús lo mira. Ve la mirada de un amor incondicional y sin límites y sigue a Jesús (Mc 10,46-52).
¿Qué representa la gente?
¿De qué me tengo que hacer ciego para ver a Jesús?
¿Qué respondería si Dios me hiciera esa pregunta?
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viernes, 28 de mayo de 2010
miércoles, 19 de mayo de 2010
El Rey David: viviendo el perdón de Dios
En la vida de David todo parece venir de Dios, desde cómo Dios lo escoge: "La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón" (1 Samuel 16, 7).
Se ve también la presencia de Dios cuando lucha contra Goliat. Saúl viste a David con una pesada armadura para la batalla pero David no puede caminar porque es tan solo un niño (1 S 17, 38-39). "no puedo caminar con esto, pues nunca lo he hecho" responde David, "entonces se lo quitaron". Para trabajar con Dios hay que quitarnos nuestra armadura que usamos para luchar con nuestro propio Goliat. ¿Cuál es nuestro propio Goliat? ¿cual es nuestro miedo, culpa...?
De pronto algo inesperado sucede en la vida de David (2 Samuel 11). Estando David en la terraza, ve a una mujer de tal belleza de la que se enamora. El rey pudo haber tenido a cualquier mujer, sin embargo aquella que está casada es la que desea (recuerda a la historia de Adán y Eva en el jardín del Edén). Duerme con ella y queda embarazada. Como sucede a menudo en estos casos David no se quiere responsabilizar del embarazo. Manda traer al esposo de la mujer, a Urias, que estaba en la guerra, para que regrese a su casa y se una con su esposa, pero Urias no va a su casa porque la continencia es una ley religiosa de la guerra.
David escribe entonces una carta al encargado de la batalla (Joab) a traves de Urias mismo, donde le dice que ponga a Urias al frente de la batalla para que muera. Imaginar que Urias cargaba con su sentencia de muerte en su bolsillo. Lo de David ya no es solo una fuerte pasión por una mujer sino un asesinato premeditado. Dios no permanece indiferente, sino que envía a Natán a donde David. Lo primero que se ve es que no hay ningún reproche, ninguna amenaza sino la primera parábola que encontramos en la Biblia sobre un hombre rico y un hombre pobre (2 S 12). David se enfurece con la actitud del hombre rico (es en otros que vemos las obras malas) y poco a poco se identifica con el.
¿Cómo responderá David? Imaginar un gran silencio entre Natan y David, en el palacio real y los ángeles conteniendo su aliento en el cielo, porque David es un hombre libre. "He pecado contrá Yahveh". El rey no hace el siguiente paso lógico (silenciar a Natán que lo ha descubierto) y sus palabras no tienen sentimientos de culpabilidad sino de libertad (menciona sólo a Yahveh y libera lo negativo dentro y no lo retiene).
Tan pronto David se arrepiente escuchamos la palabra perdón. Natán le dice: "Dios perdona tu pecado". Como si arrepentimiento y perdón estuvieran en el mismo momento. Dios se apresura en perdonar y en curar como en el hijo pródigo. David no tiene máscara ante Dios y así Dios le puede mostrar su amor incondicional. Queremos ser amados por lo bueno en nosotros y sorprende descubrir que somos amados también por nuestras oscuridades.
La mujer, Betsabé, pierde a su hijo pero más adelante ella y David engendran a un segundo hijo: Salomón. Con las mismas personas Dios hace una nueva historia. De lo malo Dios saca algo bueno y nuevo. Incluso David y Betsabé serán los antecedentes de Jesús.
lunes, 17 de mayo de 2010
Une mi deseo y mi sed
Acepta que tu verdadera sed permanece. No lo sacies respondiendo a los deseos que están al alcance de la mano. No sustituyas la sed del agua viva por "cisternas rotas que no retienen el agua" (Jr 2,13)
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