Acepta que tu verdadera sed permanece. No lo sacies respondiendo a los deseos que están al alcance de la mano. No sustituyas la sed del agua viva por "cisternas rotas que no retienen el agua" (Jr 2,13)
"Feliz el que puede decir esta oración: Cristo, tú ves quién soy yo. No necesito ocultarte nada de mi corazón. Tú también has sido hombre... Y cuando interiormente mi ser se dispersa, mi corazón sediento se atreve a decirte: haz que viva de ti, Cristo Jesús, aúna mi deseo y mi sed."
"Feliz el que puede decir esta oración: Cristo, tú ves quién soy yo. No necesito ocultarte nada de mi corazón. Tú también has sido hombre... Y cuando interiormente mi ser se dispersa, mi corazón sediento se atreve a decirte: haz que viva de ti, Cristo Jesús, aúna mi deseo y mi sed."
ResponderEliminarhermano Roger de Taizé